En un mundo que corre, lo lento vale más

Vivimos rodeadas de apuros. Todo tiene que ser inmediato, eficiente, urgente. Las notificaciones no paran, los días se pasan volando y hasta a veces sentimos culpa por detenernos un rato.
Pero hay algo poderoso en la pausa. En lo que se hace despacio. En lo que lleva tiempo. Y lo vale.

Vivimos apuradas, incluso cuando no hace falta. Parece que si no estamos haciendo algo productivo, estamos perdiendo el tiempo. Pero… ¿y si también hay belleza en lo improductivo? ¿En un paseo lento, en una conversación larga, en una costura que se repite una y otra vez hasta quedar perfecta?

Lo que se hace lento, se hace con más presencia. Hay algo profundamente humano en trabajar con las manos, en no apurar los procesos, en dejar que las cosas tomen forma con calma. No se trata de perfección, sino de intención.
Cuando algo se hace a mano, lleva no solo tiempo, sino mirada, decisiones, y un poco del alma de quien lo crea.

Elegir lo lento también es un acto de amor. De amor propio, de amor a quien va a recibir eso que hicimos, de amor a los procesos que no se aceleran con un clic.
Cada prenda hecha a mano es un recordatorio de que no todo tiene que ser inmediato. Que lo lento también vale, y muchas veces, vale mucho más.

Ojalá podamos rodearnos de más cosas que lleven tiempo. Que no tengan apuro. Que nos inviten a frenar, aunque sea un ratito.
Porque en un mundo que corre, elegir lo lento también es una forma de cuidarnos 🫶🏻