¿Qué historia hay detrás de lo que usamos tan cerca del cuerpo?

 

La lencería acompaña al cuerpo desde hace siglos. A veces para protegerlo. A veces para moldearlo. A veces para responder a lo que se esperaba de él. En todas sus formas, siempre dijo algo sobre su época, sobre los deseos y los silencios.

Hoy, desde una marca que hace lencería a mano y sin apuro, vale la pena mirar hacia atrás. Porque entender cómo llegamos hasta acá es también una forma de darle sentido a lo que hacemos hoy. Cada puntilla, cada costura, cada decisión estética está en diálogo con una historia más grande.

Del corset a la invisibilidad: siglos de moldear el cuerpo

 

Durante siglos, la ropa interior femenina no fue pensada para la comodidad. Fue pensada para la forma. En el siglo XVIII, el corset era el protagonista. Se trataba de una estructura rígida que comprimía el torso, elevaba el busto y afinaba la cintura. No era una elección: era el estándar. Era lo correcto.

Los corsets de esa época eran hechos con ballenas (barbas de ballena reales), luego con acero, reforzados con cintas y sujetados por múltiples capas de prendas interiores. El ideal era una cintura extremadamente estrecha, algo que solo podía lograrse a través de presión prolongada. Las consecuencias para el cuerpo eran reales: desplazamiento de órganos, dificultad para respirar, mareos, desmayos.

En muchos casos, las mujeres no se vestían solas. Necesitaban ayuda para atarse, ajustarse, colocarse las capas necesarias. El cuerpo debía adaptarse a una silueta deseada, que no tenía nada de natural. Era una performance, no una sensación.

Según el libro Undressed: A Brief History of Underwear - Edwina Ehrman, la ropa interior no era solo una cuestión estética: era una herramienta de control social, una forma de mantener el orden, incluso en lo íntimo. Controlar el cuerpo era controlar el rol de la mujer en la sociedad.

 

 

El siglo XIX y la transición hacia lo funcional

 

A fines del siglo XIX, con el avance de la medicina y la industrialización textil, surgieron cuestionamientos al uso extremo del corset. Algunas corrientes de pensamiento, como el Movimiento del Traje Racional, propusieron prendas más cómodas y adaptadas al cuerpo humano. Aunque en ese momento fueron minoría, dejaron huellas.

Las enaguas, los bustiers, las camisas interiores comenzaron a reemplazar parte de la estructura. Se empezaba a hablar del cuerpo como algo a cuidar, no solo a corregir. Sin embargo, la estética seguía guiando la mayoría de las decisiones.

En esta época también comenzaron a desarrollarse los primeros sostenes tal como los conocemos, aunque todavía rudimentarios. Recién a principios del siglo XX comenzarían a usarse de forma extendida.

 

El siglo XX: entre liberación, industria y nuevos mandatos

 

Con la llegada del siglo XX y el movimiento sufragista, los corsets empezaron a desaparecer del día a día. Las mujeres accedieron al trabajo, al deporte, a otras formas de vida pública. Y con eso, necesitaban ropa interior que acompañara esa vida en movimiento.

El sostén moderno fue patentado en 1914 por Mary Phelps Jacob, una joven neoyorquina que cosió dos pañuelos con una cinta para crear algo más liviano que el corset. Lo que comenzó como una idea doméstica, se transformó en un nuevo estándar.

Pero con esa liberación también llegó la industria. A medida que la producción en masa creció, la lencería comenzó a responder a los mismos principios que regían otros objetos de consumo: estandarización, rentabilidad, moda. Nacieron los talles, los conjuntos combinados, las campañas de publicidad. Apareció Victoria’s Secret en los 70, redefiniendo el ideal de sensualidad para las décadas siguientes.

Y así como el corset había oprimido el cuerpo con varillas, el nuevo mandato lo hizo con imágenes. El sostén con push-up, la colaless ultra baja, el talle 85 como única opción. Durante los 90 y los 2000, la ropa interior volvió a convertirse en un símbolo de pertenencia a una estética inalcanzable.

 

La mirada sobre el cuerpo (y cómo se cuela en la ropa interior)

 

Uno de los conceptos que más me quedó después de leer Lingerie Design: A Complete Course, de Pamela Powell, es la idea de que diseñar ropa interior implica mucho más que elegir telas bonitas o pensar cortes estéticos. Es, en el fondo, una forma de diálogo con el cuerpo: de escuchar lo que necesita, lo que le queda bien, lo que respeta su forma real.

Y entonces me puse a pensar cuánto de ese diálogo, durante siglos, fue en realidad un monólogo impuesto. Cuántas veces usamos algo íntimo no por cómo se sentía, sino por cómo se veía desde afuera. Como si incluso lo que nadie más ve tuviera que responder a una mirada ajena.

Las prendas interiores, siempre respondieron a una mirada externa. Ya sea para no “marcar” con una costura, para elevar artificialmente el busto, o para crear una silueta deseable en función de una imagen que rara vez es la propia.

Este condicionamiento cultural no desapareció: cambió de forma. Hoy, lo vemos en los filtros, en los tutoriales, en el mercado que se renueva cada temporada con nuevos imperativos estéticos. Y también en muchas prendas que, aunque sean nuevas, siguen replicando el molde de lo incómodo.

 

Los materiales también cuentan una historia

 

A lo largo del tiempo, la ropa interior fue hecha con materiales muy distintos entre sí: lino, algodón, seda, nylon, poliéster, encajes industriales, puntillas bordadas. Cada uno respondió a un momento histórico, económico y simbólico.

  • En la antigüedad y hasta el siglo XIX, se usaban sobre todo materiales naturales: lino y algodón. Eran prendas blancas, simples, lavables.
  • Con la industrialización, llegaron los materiales sintéticos: nylon, lycra, poliéster. Permitieron más elasticidad, más producción, más variedad… pero también generaron nuevos problemas para la piel, la transpiración, el confort real.
  • Hoy, muchas marcas vuelven a buscar tejidos nobles, livianos, amables con el cuerpo. La elección del material no es neutra: dice algo sobre lo que valoramos. El tacto, la duración, la experiencia.

Nosotras pensamos en eso todo el tiempo. Porque una puntilla puede ser hermosa, pero si raspa, no sirve. Porque un bretel puede ser delicado, pero si no sostiene, no acompaña. El valor real de una prenda no está solo en cómo se ve, sino en cómo se siente y en cuánto tiempo se queda con vos.

La lencería en el cine y en el arte


A lo largo del siglo XX, la ropa interior no solo estuvo en los cuerpos: también estuvo en las pantallas, en los cuadros, en la fotografía.

Desde las imágenes míticas de Rita Hayworth en los años 40, hasta los anuncios publicitarios de los años 90, la lencería fue usada para representar sensualidad, poder, deseo, sumisión o rebeldía, según la época.

En películas como Moulin Rouge, La piel que habito, Eyes Wide Shut, Lo que el viento se llevó, o incluso en series como Sex and the City, la lencería tiene un papel simbólico. A veces empodera, a veces reduce al personaje a su apariencia.

Entender eso también es parte del trabajo de hoy: ver cómo esos relatos construyeron una idea, y cómo hoy podemos escribir otra. Una donde lo íntimo no sea un accesorio de lo exterior, sino un espacio propio.

 

Lo sexy impuesto vs. lo íntimo elegido

 

En los últimos años, empezamos a volver. A buscar otras formas. A preguntarnos: ¿para quién me visto? ¿cómo quiero sentirme? ¿y si la ropa interior no fuera para mostrar, sino para habitar?

Volvimos a mirar la comodidad, el deseo propio, la ternura. Y ahí apareció otra vez la lencería como gesto personal. Como un pequeño acto de cuidado. Como algo que no necesita explicación.

No es casual que, en este contexto, vuelva a tomar fuerza lo hecho a mano, lo ajustado a cada cuerpo, lo que no responde a un molde único. En lugar de pretender “encajar”, muchas personas empiezan a buscar lo que acompaña su forma real.

Hacer lencería hoy: una decisión que responde a la historia

 

Cuando decidimos hacer lencería a mano, desde el detalle, desde la atención, no lo hicimos solo porque sí. Lo hicimos entendiendo que hay algo muy profundo en cómo nos relacionamos con lo que usamos en el cuerpo.

Cada conjunto que hacemos lleva tiempo. Lleva elección. Hay un patrón que se adapta, una tela que se elige por cómo cae, una puntilla que no lastima, una confección que no apura. Hay alguien que piensa en cada una de esas cosas.

También hay cuerpos reales. Hay talles que no terminan en una letra. Hay pedidos especiales, hay ajustes, hay diálogo. Porque el cuerpo no es un estándar. Nunca lo fue. Y no queremos que lo sea.

 

La historia no terminó. Y eso también es una oportunidad.

 

La historia de la lencería está viva. No es una línea recta. Es una serie de decisiones. Algunas impuestas. Otras conscientes. Y cada persona que hoy elige qué ponerse cerca del cuerpo también está escribiendo una parte de esa historia.

Elegir algo hecho a mano, en tu talle, pensado para durar, no es solo una compra. Es una forma de mirar con más atención. De celebrar lo íntimo. De hacer del vestir algo más propio.

Nos gusta pensar que lo que hacemos es una forma suave de responder a todo eso. Y de proponer otra cosa.



 Bibliografía:

  • Undressed: A Brief History of Underwear - Edwina Ehrman.
  • Lingerie Design: A Complete Course - Pamela Powell.
  • Lingerie: A Modern Guide - Lesley Scott.
  • The Basics of Corset Building - Linda Sparks.
  • Exposed: The History of Lingerie.
  • Archivo digital V&A Museum, “Underwear”.
  • The Evolution of Lingerie - The Business of Fashion.